Me encontraba acostada en mi cama, en un plácido sueño. Dormíamos
mi hermana mayor y yo en una misma habitación pero en camas separadas.
Tuve la
necesidad de abrir los ojos, pude sentir
la mirada de alguien el cual hizo estremecerme del miedo. Una sombra… no me había
tocado, aun que sus ojos no dejaban de mirarme. Sabía que estaba ahí aun que
era difícil de ver su silueta en la habitación. Pero lo sentía estaba en la
puerta. Se estaba burlando de mí pero no veía su sonrisa. Me invadió el pánico y
comencé a gritar, exigía que se fuera de la habitación y de mi casa. Mi hermana
no se despertaba. No se movía.
De repente se encendió las luces del pasillo, era mi mama. Se
acerco lentamente. Dijo que era un amigo de mi papa, que solo se quedaría esta
noche. Sus ojos tenían un color azabache, su caballo negro su piel era del
color de la madera del pino, casi de dos metros… lo suficiente para intimidar.
Aun así exigí que se
fuera de mi habitación… se fue. Mama se retiro y trate de tranquilizarme desee serré
los tratando de apaciguar mis latidos cayendo en sueños nuevamente.
Nueva mente sentí su mirada en esta ocasión estaba recostado
en la cama de mi hermana menor, pero ella no estaba ahí. Si no él, la sombra, de
nuevo no pude ver su rostro pero sabía que se burlaba nuevamente y sus ojos se
posaban sobre mí. El pánico se volvió a sembrar muy dentro esta vez.
Cerré fuertemente mis ojos, al abrirlos aparecí en la cocina
de mi casa, mi papa se estaba riendo de mi. Aun era la madrugada. No podía escuchar
mi voz. Tuve ganas de llorar de la impotencia de la burla que le causaba a mi
papa.
La puerta de la cocina se abrió y una chica…. No era una
niña no más de once años. Tomo el brazo de mi papá, el todavía se estaba riendo.
Algo malo iba a pasar lo sentía hasta mis huesos intente separarlos pero la
niña sonreía con sus ojos grandes azabache y su pelo tan rubio como el oro
mismo. Pude escuchar las risas de mi papá, era como si no estuviera en esa
realidad… también el chasquido de su brazo romperse por la fuerza brutal que exigía
la niña.
Caí de rodillas, dejando a la vez caer mis manos al suelo. Tome
un tubo que apareció de la nada, me levante y comencé a golear a la niña en la
cabeza con todas mis fuerzas. No pasaba nada ni una gota de sangre. Mi re sobre
mi hombro otra vez el me veía con esos ojos que me daban micho miedo. Pero ya
no sonreía, pensé que me atacaría al verme golpeando a la niña en la cabeza,
pero ni siquiera se movió.
Dirigí mi mirada a la niña, escuchaba todavía los huesos de
mi papá rompiéndose, lo tenía ahora agarrado de la cintura. Es cuche una voz
dentro de mi cabeza… no era femenina… no era masculina… me dijo… no la podrás lastimar antes que mate a tu
papá. Se me escapo el aire de mi pecho, al ver la risa escalofriante que se
dibujo en la cara angelical de la pequeña criatura. Era ella la que puso esas
palabras en mi cabeza. Mi papá ya no estaba…
Abrí mis ojos tan rápido que me quede siega en la oscuridad.
Espere a que mi vista se enfocara en un punto. Aquel punto en que todo empezó. La puerta de mi habitación. No había nadie,
todo estaba normal, mis hermanas estaban en sus camas. Un sueño. La palabra
cruzo como relámpago mi cabeza. Mucho me costó conciliar el sueño, teniendo
miedo que ese hombre apareciera nuevamente al cerrar los ojos. Deseaba que las
horas pasaran rápido para no poder crear otro sueño tan macabro como el que había
soñado.